Jornadas sacerdotales 2 Lo innato y lo natural

21 octubre 2025 - Opinión - Comentarios -

El orgullo, pecado del Pastor, en la "Regla Pastoral" de Gregorio Magno

"Regla Pastoral" de Gregorio Magno, escrita para justificar su rechazo inicial a asumir el episcopado, explica cómo él concibe la misión de gobierno y las condiciones y cualidades que se exigen al que pretende ser pastor. Contiene, también, una amplia exposición sobre el modo en que el pastor debe exhortar a las personas en situaciones diferentes, de género, de edad, de condición respecto a los bienes, en su situación social, civil y eclesial, señalando las virtudes y los vicios –pecados- que dominan a las diferentes personas, también los pastores. En la tercer parte, dedicada a enseñar cómo el pastor debe exhortar a las personas según su situación, condición o carácter, Gregorio señala la imprudencia, la insolencia y la cobardía, la impaciencia, la envidia, la mentira, la charlatanería, la pereza, la cólera, la soberbia, la obstinación y la inconstancia, la gula, el robo, la violencia, los pecados carnales, y luego distingue los pecados de obra y de pensamiento con detestación interna o no, el. pecar deliberada o impulsivamente. Aquí vamos a estudiar cómo Gregorio examina los pecados que impedirían confiar a una persona el gobierno eclesial. Son cuatro las cualidades requeridas para que alguien sea pastor: que el temor modere el apetito (el deseo de la cima del gobierno), la rectitud de la vida, la manifestación de esa rectitud en palabras, la consideración de su flaqueza que impida que el orgullo lo domine. En la primera parte Gregorio expone las condiciones que debe poseer quien desee el gobierno en la Iglesia. Ese gobierno es codiciado por los honores que implica. Gregorio describe esa actitud sirviéndose del texto de Mt 23,6-7 (primeros puestos, asientos, saludos en la plaza): "gentes tanto menos capaces de cumplir dignamente los deberes de la carga pastoral cuanto han llegado sólo por orgullo al magisterio de la humildad" [1] . No es Dios quien los ha llamado, su pasión les lleva a arrebatar el gobierno y el Juez los tolera, pero los ignora reprobándolos. En su argumentación, Gregorio se refiere a la actitud de humildad del "Mediador entre Dios y los hombres" quien rechazó el poder y prefirió la pena de muerte vergonzosa para enseñarnos "…a apartarnos con temor de los éxitos, porque éstos, frecuentemente, manchan el corazón por el orgullo" [2] el alma se engríe, se olvida quién es, se pierden las buenas obras hechas anteriormente. La soberbia nace porque el hombre se acostumbra a la gloria y honores. Igualmente peligrosas son la multitud de tareas que dispersan la atención pero la capacidad para hacerlas provoca el engreimiento interior, con lo cual se cae en el pecado. Comentando la afirmación de Pablo "Quien desea el episcopado buena cosa desea" [3] anota que se lo puede buscar por la gloria terrena: anhelar la dignidad, el dominio sobre los demás, alabanza propia, deseando los honores y los bienes [4] . Otro rasgo de esta soberbia y vanagloria es el proyecto de realizar "grandes obras" y creer que merece en justicia el puesto que consiguió. Otra situación que señala Gregorio es la relación entre los fieles y el clero [5] . Aquí también es el orgullo el pecado que se señala, se les recomienda mantenerse en lo justo y ser moderados en su forma de presidir así como dar el testimonio de una vida santa. El fundamento de esta última exigencia estriba en la responsabilidad: si han provocado la muerte de los fieles, son responsables de las mismas. Por esto los "prelados" deben cuidar de los demás "sin olvidar cuidarse a sí mismos". Debe, pues, cumplir con una doble responsabilidad: sobre sí mismo y sobre aquellos cuya responsabilidad ha asumido y esto lo debe expresar cumpliendo lo que enseña: "Illaqueatur igitur uerbis oris sui, dum ratione exigente constringitur, ne eius uita ad aliud quod admonet relaxetur" [6]Comentando Pr 6,3-4 ("Haz esto que digo, hijo mío, y quedarás libre, pues has caído en manos de tu prójimo: corre deprisa, importuna a tu amigo; no concedas sueño a tus ojos ni duerman tus párpados") centra su reflexión en la tarea del pastor de despertar de "la torpeza del pecado a aquel a quien preside" [7] . Señala aquí otros pecados del pastor: "pigredine": la pereza ("hacen la vista gorda a lo que saben que tienen que decir"), no conocer ni corregir, "mentis taedium": la desidia (no reprender) y "neglegentiae": la negligencia ("ignorar los pecados de sus fieles")A los fieles Gregorio les señala algunas cosas a superar en la relación con sus pastores: no juzgarlos temerariamente ni hablar de sus defectos para no caer en la soberbia y la insolencia (mordacidad) [8] . Estas –soberbia, insolencia- llevarían a los fieles a no obedecerles con reverencia ("ut tamen diuino timore constricti ferre sub eis iugum reuerentiae non recusent" [9] ). Esta "insolencia" se manifiesta también en la murmuración o en la crítica, cosas que se deben dominar por la penitencia y por la consideración de que Dios los ha puesto como pastores.Gregorio vuelve a tratar la situación de los perezosos en el capítulo 15: "Quod aliter ammonendi sunt pigri atque aliter praecipites". La recomendación genérica es: "no dejen pasar las buenas acciones aplazándolas para otro momento" [10] . Señala un proceso: la pereza conduce a la desidia "por la que pierde todo deseo de bien", adormece, hunde en el sopor (cesa el afán por hacer el bien) y, finalmente, pierde el cuidado de pensar bien y, negligentemente, "se desparrama por bajos deseos". La razón de esto la da Gregorio en la falta de disciplina: el perezoso no busca "las cosas de lo alto" que realmente sacian y, por tanto, vive en el deseo "In desiderris est omnis otiosus", cita Gregorio [11] . Las razones de la pereza: negarse a hacer lo que corresponde, por dificultad o por temor ya sea temor a la tentación o a la persecución de los malvados. Gregorio señaló, como pecado del pastor, el orgullo [12] Podemos ver cómo trata Gregorio esta actitud. Se trata de advertir, primeramente, sobre la vanidad de la gloria del mundo, lo pasajero de los bienes; cita algunos pasajes de la Escritura: Lc 18,14Pr 16,18, Si 10,9, Sal 137,6; Si 10,15,; Jb 41,25. La exaltación que buscan los soberbios les hace descender: "¿Qué hay que sea más despreciable que el orgullo? Impulsándose por encima de sí mismo se aleja de la cima de la verdadera grandeza" [13] .Muchas veces la soberbia se ignora a sí misma La soberbia se manifiesta entonces por el atrevimiento en el hablar, hablan por la impaciencia creyendo que defienden algo recto y convierten la defensa de la justicia en ejercicio de soberbia. Es necesario recordar a los orgullosos que su libertad tiene límites" [14]Gregorio recomienda corregir a los soberbios mezclando algunas alabanzas para ganar la buena disposición de estas personas, "para que mientras aceptan los honores que aman, también reciban la corrección que les disgusta" [15] , poniendo el acento en que su cambio favorecerá a otros. Finalmente, en la 4ª parte, Gregorio sintetiza su visión sobre la actitud del orgullo y su remedio.: "El predicador, después de haber observado estas reglas [16] debe entrar en sí mismo de manera que ni su vida ni su predicación lo enorgullezcan". El orgullo puede nacer al considerar su buena predicación, sus virtudes, que le traen oculta complacencia y alegría, convirtiéndose en una trampa porque pierde la humildad, se siente seguro, confía en sí, se vuelve negligente y comienza a atribuirse todo el bien "olvidándose de mirar a lo alto, hacia aquél que gobierna todo" [17] , porque se mira a sí misma y se atribuye la alabanza que debe a su Creador. Le conviene, entonces, caer en el temor reconociendo su debilidad y rebajándose por una saludable humildad.. Por esta razón Dios todopoderoso, enriqueciendo con virtudes a un pastor, conserva en él debilidades para que no caiga en el orgullo. Gregorio concluye pidiendo a su amigo una oración: "En el naufragio de esta vida te ruego que me sostenga la tabla de tu oración: por mi propio peso me hundo, me ponga a flote tu mano bienhechora." [18]

Pbro. Lic. Oscar A. Chápper

Encuentros
Son también importantes los encuentros de estudio y de reflexión común, que impiden el empobrecimiento cultural y el aferrarse a posiciones cómodas incluso en el campo pastoral, fruto de pereza mental; aseguran una síntesis más madura entre los diversos elementos de la vida espiritual, cultural y apostólica; abren la mente y el corazón a los nuevos retos de la historia y a las nuevas llamadas que el Espíritu dirige a la Iglesia.

CONCLUSIÓN

82. «Os daré pastores según mi corazón» (Jer 3, 15).

Esta promesa de Dios está, todavía hoy, viva y operante en la Iglesia, la cual se siente, en todo tiempo, destinataria afortunada de estas palabras proféticas y ve cómo se cumplen diariamente en tantas partes del mundo, mejor aún, en tantos corazones humanos, sobre todo de jóvenes. Y desea, ante las graves y urgentes necesidades propias y del mundo, que en los umbrales del tercer milenio se cumpla esta promesa divina de un modo nuevo, más amplio, intenso, eficaz: como una extraordinaria efusión del Espíritu de Pentecostés.

La promesa del Señor suscita en el corazón de la Iglesia la oración, la petición confiada y ardiente en el amor del Padre que, igual que ha enviado a Jesús, el buen Pastor, a los Apóstoles, a sus sucesores y a una multitud de presbíteros, siga así manifestando a los hombres de hoy su fidelidad y su bondad.

Y la Iglesia está dispuesta a responder a esta gracia. Siente que el don de Dios exige una respuesta comunitaria y generosa: todo el Pueblo de Dios debe orar intensamente y trabajar por las vocaciones sacerdotales; los candidatos al sacerdocio deben prepararse con gran seriedad a acoger y vivir el don de Dios, conscientes de que la Iglesia y el mundo tienen absoluta necesidad de ellos; deben enamorarse de Cristo, buen Pastor; modelar el propio corazón a imagen del suyo; estar dispuestos a salir por los caminos del mundo como imagen suya para proclamar a todos a Cristo, que es Camino, Verdad y Vida.



Los profesores de teología

67. Cuantos introducen y acompañan a los futuros sacerdotes en la sagrada doctrina mediante la enseñanza teológica tienen una particular responsabilidad educativa, que con frecuencia —como enseña la experiencia— es más decisiva que la de los otros educadores, en el desarrollo de la personalidad presbiteral.La responsabilidad de los profesores de teología, antes que en la relación de docencia que deben entablar con los aspirantes al sacerdocio, radica en la concepción que ellos deben tener de la naturaleza de la teología y del ministerio sacerdotal, como también en el espíritu y estilo con el que deben desarrollar su enseñanza teológica. En este sentido, los Padres sinodales han afirmado justamente que el «teólogo debe ser siempre consciente de que a su enseñanza no le viene la autoridad de él mismo, sino que debe abrir y comunicar la inteligencia de la fe últimamente en el nombre del Señor Jesús y de la Iglesia. Así, el teólogo, aun en el uso de todas las posibilidades científicas, ejerce su misión por mandato de la Iglesia y colabora con el Obispo en el oficio de enseñar. Y porque los teólogos y los Obispos están al servicio de la misma Iglesia en la promoción de la fe, deben desarrollar y cultivar una confianza recíproca y, con este espíritu, superar también las tensiones y los conflictos (cf. más ampliamente la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre La vocación eclesial del teólogo[208].El profesor de teología, como cualquier otro educador, debe estar en comunión y colaborar abiertamente con todas las demás personas dedicadas a la formación de los futuros sacerdotes, y presentar con rigor científico, generosidad, humildad y entusiasmo su aportación original y cualificada, que no es sólo la simple comunicación de una doctrina —aunque ésta sea la doctrina sagrada—, sino que es sobre todo la oferta de la perspectiva que, en el designio de Dios, unifica todos los diversos saberes humanos y las diversas expresiones de vida.En particular, la fuerza específica e incisiva de los profesores de teología se mide, sobre todo, por ser «hombres de fe y llenos de amor a la Iglesia, convencidos de que el sujeto adecuado del conocimiento del misterio cristiano es la Iglesia como tal, persuadidos por tanto de que su misión de enseñar es un auténtico ministerio eclesial, llenos de sentido pastoral para discernir no sólo los contenidos, sino también las formas mejores en el ejercicio de este ministerio. De modo especial, a los profesores se les pide la plena fidelidad al Magisterio porque enseñan en nombre de la Iglesia y por esto son testigos de la fe»[209]

Una llamada particular dirijo a las familias: que los padres, y especialmente las madres, sean generosos en entregar sus hijos al Señor, que los llama al sacerdocio, y que colaboren con alegría en su itinerario vocacional, conscientes de que así será más grande y profunda su fecundidad cristiana y eclesial, y que pueden experimentar, en cierto modo, la bienaventuranza de María, la Virgen Madre: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno» (Lc 1, 42).También digo a los jóvenes de hoy: sed más dóciles a la voz del Espíritu; dejad que resuenen en la intimidad de vuestro corazón las grandes expectativas de la Iglesia y de la humanidad; no tengáis miedo en abrir vuestro espíritu a la llamada de Cristo, el Señor; sentid sobre vosotros la mirada amorosa de Jesús y responded con entusiasmo a la invitación de un seguimiento radical.La Iglesia responde a la gracia mediante el compromiso que los sacerdotes asumen para llevar a cabo aquella formación permanente que exige la dignidad y responsabilidad que el sacramento del Orden les confirió. Todos los sacerdotes están llamados a ser conscientes de la especial urgencia de su formación en la hora presente: la nueva evangelización tiene necesidad de nuevos evangelizadores, y éstos son los sacerdotes que se comprometen a vivir su sacerdocio como camino específico hacia la santidad.La promesa de Dios asegura a la Iglesia no unos pastores cualesquiera, sino unos pastores «según su corazón». El «corazón» de Dios se ha revelado plenamente a nosotros en el Corazón de Cristo, buen Pastor. Y el Corazón de Cristo sigue hoy teniendo compasión de las muchedumbres y dándoles el pan de la verdad, del amor y de la vida (cf. Mc 6, 30 ss.), y desea palpitar en otros corazones —los de los sacerdotes—: «Dadles vosotros de comer» (Mc 6, 37). La gente necesita salir del anonimato y del miedo; ser conocida y llamada por su nombre; caminar segura por los caminos de la vida; ser encontrada si se pierde; ser amada; recibir la salvación como don supremo del amor de Dios; precisamente esto es lo que hace Jesús, el buen Pastor; Él y sus presbíteros con Él.Y ahora, al terminar esta Exhortación, dirijo mi mirada a la multitud de aspirantes al sacerdocio, de seminaristas y de sacerdotes que —en todas las partes del mundo, en situaciones incluso las más difíciles y a veces dramáticas, y siempre en el gozoso esfuerzo de fidelidad al Señor y del incansable servicio a su grey— ofrecen a diario su propia vida por el crecimiento de la fe, de la esperanza y de la caridad en el corazón y en la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.Vosotros, amadísimos sacerdotes, hacéis esto porque el mismo Señor, con la fuerza de su Espíritu, os ha llamado a presentar de nuevo, en los vasos de barro de vuestra vida sencilla, el tesoro inestimable de su amor de buen Pastor.En comunión con los Padres sinodales y en nombre de todos los Obispos del mundo y de toda la comunidad eclesial, os expreso todo el reconocimiento que vuestra fidelidad y vuestro servicio se merecen[233].Y mientras deseo a todos vosotros la gracia de renovar cada día el carisma de Dios recibido con la imposición de las manos (cf. 2 Tim 1, 6); de sentir el consuelo de la profunda amistad que os vincula con Cristo y os une entre vosotros; de experimentar el gozo del crecimiento de la grey de Dios en un amor cada vez más grande a Él y a todos los hombres; de cultivar el sereno convencimiento de que el que ha comenzado en vosotros esta obra buena la llevará a cumplimiento hasta el día de Cristo Jesús (cf. Flp 1, 6); con todos y cada uno de vosotros me dirijo en oración a María, madre y educadora de nuestro sacerdocio.Cada aspecto de la formación sacerdotal puede referirse a María como la persona humana que mejor que nadie ha correspondido a la vocación de Dios; que se ha hecho sierva y discípula de la Palabra hasta concebir en su corazón y en su carne al Verbo hecho hombre para darlo a la humanidad; que ha sido llamada a la educación del único y eterno Sacerdote, dócil y sumiso a su autoridad materna. Con su ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal en la Iglesia.Por eso, nosotros los sacerdotes estamos llamados a crecer en una sólida y tierna devoción a la Virgen María, testimoniándola con la imitación de sus virtudes y con la oración frecuente.



Joan Martinez Porcell - c7a9e2aa410e5f59c764ed507eaf2597-ts20251025101553605194.jpg

ORACIÓN ADSUMUS (Aquí estamos) de San Isidoro de Sevilla 

Aquí estamos, Señor, Espíritu Santo. Aquí estamos frenados por la inercia del pecado pero reunidos especialmente en tu nombre. Ven a nosotros y permanece con nosotros dígnate penetrar en nuestro interior, enséñanos lo que debemos hacer, por donde deberíamos caminar, y muéstranos lo que debemos practicar para que con tu ayuda sepamos agradarte en todo. Se Tú el único inspirador y realizador de nuestras decisiones. Tú el único que, con Dios Padre y su Hijo, posees un nombre glorioso. No permitas que quebrantemos la justicia. Tú que amas la suprema equidad, que la ignorancia no nos arrastre al desacierto, que el favoritismo no nos doblegue, que no nos corrompa la acepción de personas o de cargos. Por el contrario, únenos eficazmente a Ti sólo con el Don de Tú gracia, para que seamos uno en Ti y en nada nos desviemos de la verdad. Y lo mismo que estamos reunidos en Tú nombre, así también mantengamos en todo, la justicia, para que hoy, nuestras opiniones, en nada se aparten de Ti. Y, en el futuro, obrando rectamente, consigamos los premios eternos. 

naturaleza e innatismo

Las leyes naturales determinan el tipo de comportamiento que corresponde a cada cuerpo o ser natural.

La ley natural es la "participación de la ley eterna en la criatura racional" 

La principal diferencia del planteamiento tomista respecto del planteamiento griego está en que para Tomás de Aquino, en los seres irracionales la ley eterna inscrita en su naturaleza determina su comportamiento. En sentido estricto, Santo Tomás interpretaba la ley natural como la ley moral. Algunas de estas inclinaciones que se encuentran en la naturaleza humana se encuentran también en otros seres y otras son exclusivas del ser humano (como la inclinación natural a la verdad y el conocimiento, o la inclinación hacia lo trascendente o Dios). Por ello, hay ciertos mandatos ordenados por la ley natural que describen conductas comunes con otros seres naturales, como el cuidado de la propia vida, la procreación y el cuidado de los hijos, pero también otros típicamente humanos, como la búsqueda de la verdad

La razón humana es la que ordena hacer el bien y prohíbe hacer el malla ley natural no es convencional, es inmutable y la misma para todos (universal) En las criaturas irracionales esto de da de manera pasiva y necesaria, mientras que en los hombres descansa en su razón y se realiza a partir de su voluntad y libertad. La ley moral es natural y racional: racional porque es enunciada y dictada por la razón natural porque la propia razón es un rasgo de la naturaleza humana y porque describe las acciones convenientes para los fines inscritos en nuestra naturaleza. Dice Santo Tomás «la ley natural no es otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por Dios. Por ella conocemos lo que es preciso hacer y lo que es preciso evitar. Contiene los preceptos fundamentales que rigen la vida moral, el primero de los cuales es que "debe hacerse el bien y evitar el mal" Dado que la ley natural se fundamenta en la naturaleza humana, y ésta en Dios, 


Comentario

Santo Tomás defiende en el siguiente texto fundamental de Suma Teológica la existencia de un primer precepto de la ley natural («el bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse») vinculado a la razón práctica, análogo al primer principio al que se somete la razón teórica. Junto con ello, muestra la relación de los bienes con las inclinaciones humanas.

Como ya dijimos (q.91 a.3), los principios de la ley natural son en el orden práctico lo que los primeros principios de la demostración en el orden especulativo, pues unos y otros son evidentes por sí mismos. Ahora bien, esta evidencia puede entenderse en dos sentidos: en absoluto y en relación a nosotros. De manera absoluta es evidente por sí misma cualquier proposición cuyo predicado pertenece a la esencia del sujeto; pero tal proposición puede no ser evidente para alguno, porque ignora la definición de su sujeto. Así, por ejemplo, la enunciación «el hombre es racional» es evidente por naturaleza, porque el que dice hombre dice racional; sin embargo, no es evidente para quien desconoce lo que es el hombre. De aquí que, según expone Boecio en su obra De hebdomad., hay axiomas o proposiciones que son evidentes por sí mismas para todos; y tales son aquellas cuyos términos son de todos conocidos, como «el todo es mayor que la parte» o «dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí». Y hay proposiciones que son evidentes por sí mismas sólo para los sabios, que entienden la significación de sus términos. Por ejemplo, para el que sabe que el ángel no es corpóreo y entiende lo que esto significa, resulta evidente que el ángel no esta circunscrito a un lugar; mas no así para el indocto, que desconoce el sentido estricto de estos términos.

Ahora bien, entre las cosas que son conocidas de todos hay un cierto orden. Porque lo primero que alcanza nuestra aprehensión es el ente, cuya noción va incluida en todo lo que el hombre aprehende. Por eso, el primer principio indemostrable es que «no se puede afirmar y negar a la vez una misma cosa», principio que se funda en las nociones de ente y no-ente y sobre el cual se asientan todos los demás principios, según se dice en IV Metaphys. Mas así como el ente es la noción absolutamente primera del conocimiento, así el bien es lo primero que se alcanza por la aprehensión de la razón práctica, ordenada a la operación; porque todo agente obra por un fin, y el fin tiene razón de bien. De ahí que el primer principio de la razón práctica es el que se funda sobre la noción de bien, y se formula así: «el bien es lo que todos apetecen». 

En consecuencia, el primer precepto de la ley es éste: «El bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse». Y sobre éste se fundan todos los demás preceptos de la ley natural, de suerte que cuanto se ha de hacer o evitar caerá bajo los preceptos de esta ley en la medida en que la razón práctica lo capte naturalmente como bien humano .
Por otra parte, como el bien tiene razón de fin, y el mal, de lo contrario, sílguese que todo aquello a lo que el hombre se siente naturalmente inclinado lo aprehende la razón como bueno y, por ende, como algo que debe ser procurado, mientras que su contrario lo aprehende como mal y como vitando. De aquí que el orden de los preceptos de la ley natural sea correlativo al orden de las inclinaciones naturales. Y así encontramos, ante todo, en el hombre una inclinación que le es común con todas las sustancias, consistente en que toda sustancia tiende por naturaleza a conservar su propio ser. Y de acuerdo con esta inclinación pertenece a la ley natural todo aquello que ayuda a la conservación de la vida humana e impide su destrucción. 

En segundo lugar, encontramos en el hombre una inclinación hacia bienes más determinados, según la naturaleza que tiene en común con los demás animales. Y a tenor de esta inclinación se consideran de ley natural las cosas que la naturaleza ha enseñado a todos los animales, tales como la conjunción de los sexos, la educación de los hijos y otras cosas semejantes. 

En tercer lugar, hay en el hombre una inclinación al bien correspondiente a la naturaleza racional, que es la suya propia, como es, por ejemplo, la inclinación natural a buscar la verdad acerca de Dios y a vivir en sociedad. Y, según esto, pertenece a la ley natural todo lo que atañe a esta inclinación, como evitar la ignorancia, respetar a los conciudadanos y todo lo demás relacionado con esto.


texto de santo tomás

S.Th I-II, q.94. 

Artículo 1: La ley natural, ¿es un hábito?lat
Objeciones por las que parece que la ley natural es un hábito.
1. Según dice el Filósofo en II Etic., tres cosas hay en el alma: potencias, hábitos y pasiones. Mas la ley natural no es ninguna de las potencias ni de las pasiones del alma, como se ve examinándolas una a una. Luego, la ley natural es un hábito.
2. San Basilio dice que la conciencia o sindéresis es la ley de nuestro entendimiento, lo cual sólo puede aplicarse a la ley natural. Pero la sindéresis es un hábito, como vimos en la Parte I (q.79 a.12). Luego, también es un hábito la ley natural.
3. La ley natural permanece siempre en el hombre, como veremos luego (a.6). Pero no siempre la razón humana, a la que pertenece la ley, está pensando en la ley natural. Luego, la ley natural no es un acto, sino un hábito.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en De bono coniugali, que el hábito es una facultad de la que se usa cuando es necesario. Pero la ley natural no es de esta condición, puesto que se da en los niños y en los condenados, que no están en disposición de usarla. Luego, la ley natural no es un hábito.
Hay que decir: El hábito puede entenderse de dos maneras. Primero, en sentido propio y esencial; y así la ley natural no es un hábito. Porque vimos arriba (q.90 a.2) que la ley es un producto de la razón, como en el orden especulativo lo es también la proposición. Mas no es la misma cosa algo que se hace y aquello con que se hace; pues, por ejemplo, con el hábito de la gramática se construye una oración correcta. Así pues, como el hábito pertenece al orden de los medios de acción, es imposible que una ley sea hábito propia y esencialmente hablando. En segundo lugar, puede llamarse hábito al contenido de un hábito, como cuando se llama fe a lo que se admite por fe. Y, como los preceptos de la ley natural a veces son considerados en acto por la razón y a veces están en la razón sólo de manera habitual, en función de esto último puede decirse que la ley natural es un hábito. Pasa como con los principios indemostrables del orden especulativo, que no son el hábito mismo de los principios, sino el objeto o contenido de este hábito.
A las objeciones:
1. El Filósofo trata en el lugar citado de establecer la nota genérica de la virtud. Y como la virtud es, a todas luces, un principio de operación, sólo menciona lo que es principio de los actos humanos; a saber; las potencias, los hábitos y las pasiones. Pero además de estos tres principios hay en el alma otras cosas, como son los actos —por ejemplo, el querer y el conocer en quien conoce y quiere—, las propiedades naturales del alma —por ejemplo, la inmortalidad—, y otras cosas semejantes.
2. Se dice que la sindéresis es ley de nuestro entendimiento, porque es un hábito que contiene los preceptos de la ley natural que son principios primeros del obrar humano.
3. El argumento concluye que la ley la poseemos de manera habitual, y esto lo concedemos. Sobre el argumento en contrario, adviértese que, debido a algún impedimento, no siempre podemos hacer uso de lo que poseemos de manera habitual, como no puede el hombre sumido en el sueño servirse del hábito de la ciencia. De la misma manera, tampoco puede el niño servirse del hábito de los primeros principios o del de la ley natural, por falta de edad.
Artículo 2: La ley natural, ¿comprende muchos preceptos o uno solamente?lat
Objeciones por las que parece que la ley natural no comprende muchos preceptos, sino solamente uno.
1. Como ya vimos (q.92 a.2), la ley pertenece al género del precepto. Luego si hubiera muchos preceptos en la ley natural se seguiría que también serían muchas las leyes naturales.
2. La ley natural es algo consiguiente a la naturaleza humana. Mas la naturaleza humana, aunque es una considerada como un todo, es múltiple en sus partes. Por eso, la ley natural, o bien consta de un solo precepto por la unidad de la naturaleza humana como un todo, o bien consta de muchos por la multiplicidad de la naturaleza humana en sus partes. Pero en este caso también las inclinaciones de la parte concupiscible deberían pertenecer a la ley natural.
3. La ley, como ya vimos (q.90 a.1) es cosa de la razón. Pero la razón en el hombre es una sola. Luego la ley natural sólo tiene un precepto.
Contra esto: consta que los preceptos de la ley natural son en el orden práctico lo que son los primeros principios en el orden de la demostración. Pero estos primeros principios son muchos. Luego también son múltiples los preceptos de la ley natural.
Respondo: Como ya dijimos (q.91 a.3), los principios de la ley natural son en el orden práctico lo que los primeros principios de la demostración en el orden especulativo, pues unos y otros son evidentes por sí mismos. Ahora bien, esta evidencia puede entenderse en dos sentidos: en absoluto y en relación a nosotros. De manera absoluta es evidente por sí misma cualquier proposición cuyo predicado pertenece a la esencia del sujeto; pero tal proposición puede no ser evidente para alguno, porque ignora la definición de su sujeto. Así, por ejemplo, la enunciación «el hombre es racional» es evidente por naturaleza, porque el que dice hombre dice racional; sin embargo, no es evidente para quien desconoce lo que es el hombre. De aquí que, según expone Boecio en su obra De hebdomad., hay axiomas o proposiciones que son evidentes por sí mismas para todos; y tales son aquellas cuyos términos son de todos conocidos, como «el todo es mayor que la parte» o «dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí». Y hay proposiciones que son evidentes por sí mismas sólo para los sabios, que entienden la significación de sus términos. Por ejemplo, para el que sabe que el ángel no es corpóreo y entiende lo que esto significa, resulta evidente que el ángel no esta circunscrito a un lugar; mas no así para el indocto, que desconoce el sentido estricto de estos términos. Ahora bien, entre las cosas que son conocidas de todos hay un cierto orden. Porque lo primero que alcanza nuestra aprehensión es el ente, cuya noción va incluida en todo lo que el hombre aprehende. Por eso, el primer principio indemostrable es que «no se puede afirmar y negar a la vez una misma cosa», principio que se funda en las nociones de ente y no-ente y sobre el cual se asientan todos los demás principios, según se dice en IV Metaphys. Mas así como el ente es la noción absolutamente primera del conocimiento, así el bien es lo primero que se alcanza por la aprehensión de la razón práctica, ordenada a la operación; porque todo agente obra por un fin, y el fin tiene razón de bien. De ahí que el primer principio de la razón práctica es el que se funda sobre la noción de bien, que se formula así: «el bien es lo que todos apetecen». En consecuencia, el primer precepto de la ley es éste: «El bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse». Y sobre éste se fundan todos los demás preceptos de la ley natural, de suerte que cuanto se ha de hacer o evitar caerá bajo los preceptos de esta ley en la medida en que la razón práctica lo capte naturalmente como bien humano. Por otra parte, como el bien tiene razón de fin, y el mal, de lo contrario, síguese que todo aquello a lo que el hombre tiene natural inclinación, la razón naturalmente lo aprehende como bueno y, por ende, como algo que debe ser procurado, mientras que su contrario lo aprehende como mal y como algo que debe ser evitado. Por tanto, según el orden de las inclinaciones naturales será el orden de los preceptos de la ley natural. Y así encontramos, ante todo, en el hombre una inclinación que le es común con todas las sustancias, consistente en que toda sustancia tiende por naturaleza a conservar su propio ser. Y de acuerdo con esta inclinación pertenece a la ley natural todo aquello que ayuda a la conservación de la vida humana e impide su destrucción. En segundo lugar, encontramos en el hombre una inclinación hacia bienes más determinados, según la naturaleza que tiene en común con los demás animales. Y a tenor de esta inclinación se consideran de ley natural las cosas que la naturaleza ha enseñado a todos los animales, tales como la conjunción de los sexos, la educación de los hijos y otras cosas semejantes. En tercer lugar, hay en el hombre una inclinación al bien correspondiente a la naturaleza racional, que es la suya propia, como es, por ejemplo, la inclinación natural a buscar la verdad acerca de Dios y a vivir en sociedad. Y, según esto, pertenece a la ley natural todo lo que atañe a esta inclinación, como evitar la ignorancia, no ofender a aquellos con los que debe convivir, y todo lo demás relacionado con esto.
A las objeciones:
1. Todos estos preceptos de la ley natural constituyen una ley natural única en cuanto se reducen a un único primer precepto.
2. Todas las inclinaciones de cualquiera de las partes de la naturaleza humana, como la concupiscible y la irascible, en la medida en que se someten al orden de la razón, pertenecen a la ley natural y se reducen a un único primer precepto, como acabamos de decir (sol., ad 1). Y así, los preceptos de la ley natural, considerados en sí mismos, son muchos, pero todos ellos coinciden en la misma raíz.
3. Aunque es una en sí misma, la razón ha de poner orden en todos los asuntos que atañen al hombre. Y en este sentido caen bajo la ley de la razón todas las cosas que son susceptibles de una ordenación racional.
Artículo 3: Los actos de las virtudes, ¿son todos de ley natural?lat
Objeciones por las que parece que no todos los actos de las virtudes son de ley natural.
1. Como ya vimos (q.90 a.2), la ley se ordena esencialmente al bien común. Pero los actos de algunas virtudes, como se ve particularmente en los de la templanza, se ordenan al bien particular del individuo. Luego no todos los actos de las virtudes caen bajo la ley natural.
2. Todos los pecados se oponen a algún acto de virtud. Luego si todos los actos de virtud son de ley natural, se seguiría que todos los pecados son contra la naturaleza. Pero esto se atribuye especialmente a algunos pecados nada más.
3. En lo que es de naturaleza convienen todos los hombres. Mas en los actos de las virtudes no todos convienen, porque lo que en uno es virtuoso puede ser en otro pecaminoso. Luego no todos los actos de virtud caen bajo la ley natural.
Contra esto: afirma San Juan Damasceno en el libro III que las virtudes son naturales. Luego los actos de las virtudes están sujetos a la ley natural.
Respondo: Los actos de las virtudes pueden ser considerados bajo un doble aspecto: como actos virtuosos y como actos de una determinada especie. Pues bien, si los consideramos en cuanto virtuosos, todos caen bajo la ley natural. Ya dijimos (a.2), en efecto, que pertenece a la ley natural todo aquello a lo que el hombre se siente inclinado por naturaleza. Mas todos los seres se sienten naturalmente inclinados a realizar las operaciones que les corresponden en consonancia con su forma; por ejemplo, el fuego se inclina por naturaleza a calentar. Y como la forma propia del hombre es el alma racional, todo hombre se siente naturalmente inclinado a obrar de acuerdo con la razón. Y esto es obrar virtuosamente. Por consiguiente, así considerados, todos los actos de las virtudes caen bajo la ley natural, puesto que a cada uno la propia razón le impulsa por naturaleza a obrar virtuosamente. Si, en cambio, consideramos los actos virtuosos en sí mismos o según su especie, no todos ellos son de ley natural. Porque hay muchas acciones virtuosas que no responden de manera inmediata a una inclinación natural, sino que son el resultado del proceso racional por el que los hombres buscan lo más útil para vivir bien.
A las objeciones:
1. La templanza versa sobre las concupiscencias naturales relativas a la comida, la bebida y el sexo; y éstas se ordenan al bien común de la naturaleza, como las demás materias legales se ordenan al bien común moral.
2. Por naturaleza humana podemos entender, o bien aquella que es específica del hombre, y en este sentido todos los pecados, al ser contrarios a la razón, están también contra la naturaleza, según expone San Juan Damasceno en el libro 2; o bien aquella que es común al hombre y a los demás animales. Y en este sentido hay algunos pecados que se dicen especialmente contrarios a la naturaleza. Tal sucede, por ejemplo, con la sodomía, que, por ser contraria al intercambio entre macho y hembra común a todos los animales, recibe especialmente el nombre de vicio contra la naturaleza.
3. Este argumento hace hincapié en los actos considerados en sí mismos. Y en este sentido sí sucede que, debido a las variadas condiciones de los hombres, algunos actos son virtuosos en unos individuos, por proporcionados y convenientes para ellos, mientras que en otros son desproporcionados y, por tanto, pecaminosos.
Artículo 4: La ley natural, ¿es la misma para todos?lat
Objeciones por las que parece que la ley natural no es la misma para todos.
1. En el Decreto se dice que el derecho natural es lo que se contiene en la ley y en el Evangelio. Pero esto no es común a todos, puesto que, según se lee en Rom 10,16, no todos obedecen al Evangelio. Luego la ley natural no es única para todos.
2. Según se dice en V Eihic., por justo se entiende aquello que es conforme a la ley. Pero en el mismo libro se afirma también que nada es tan universalmente justo que no deje de serlo para algunos. Luego la ley, incluida la natural, no es la misma para todos.
3. Según queda dicho (a.2.3), pertenece a la ley natural aquello a lo cual el hombre se encuentra inclinado por naturaleza. Mas no todos los hombres tienen las mismas inclinaciones, sino que unos apetecen el placer, otros el honor, etc. Luego no hay en todos una única ley natural.
Contra esto: está lo que dice San Isidoro en Etymol.: El derecho natural es común a todas las naciones.
Respondo: Como ya vimos (a.2.3), pertenece a la ley natural todo aquello a lo cual el hombre se encuentra naturalmente inclinado, dentro de lo cual lo específico del hombre es que se sienta inclinado a obrar conforme a la razón. Ahora bien, según consta por I Physic., es propio de la razón el proceder de lo común a lo particular. Aunque de diferente manera, según se trate de la razón especulativa o de la razón práctica. Porque la primera versa principalmente sobre cosas necesarias, que no pueden comportarse más que como lo hacen, y por eso tanto sus conclusiones particulares como sus principios comunes expresan verdades que no admiten excepción. La razón práctica, en cambio, se ocupa de cosas contingentes, cuales son las operaciones humanas, y por eso, aunque en sus principios comunes todavía se encuentra cierta necesidad, cuanto más se desciende a lo particular tanto más excepciones ocurren. Así, pues, en el orden especulativo, la verdad es la misma para todos, ya sea en los principios, ya en las conclusiones, por más que no sea conocida por todos la verdad de las conclusiones, sino sólo la de los principios llamados «concepciones comunes». Pero en el orden práctico, la verdad o rectitud práctica no es la misma en todos a nivel de conocimiento concreto o particular, sino sólo de conocimiento universal; y aun aquellos que coinciden en la norma práctica sobre lo concreto, no todos la conocen igualmente. Por tanto, es manifiesto que, en lo tocante a los principios comunes de la razón, tanto especulativa como práctica, la verdad o rectitud es la misma en todos, e igualmente conocida por todos. Mas si hablamos de las conclusiones particulares de la razón especulativa, la verdad es la misma para todos los hombres, pero no todos la conocen igualmente. Así, por ejemplo, que los ángulos del triángulo son iguales a dos rectos es verdadero para todos por igual; pero es una verdad que no todos conocen. Si se trata, en cambio, de las conclusiones particulares de la razón práctica, la verdad o rectitud ni es la misma en todos ni en aquellos en que es la misma es igualmente conocida. Así, todos consideran como recto y verdadero el obrar de acuerdo con la razón. Mas de este principio se sigue como conclusión particular que un depósito debe ser devuelto a su dueño. Lo cual es, ciertamente, verdadero en la mayoría de los casos; pero en alguna ocasión puede suceder que sea perjudicial y, por consiguiente, contrario a la razón devolver el depósito; por ejemplo, a quien lo reclama para atacar a la patria. Y esto ocurre tanto más fácilmente cuanto más se desciende a situaciones particulares, como cuando se establece que los depósitos han de ser devueltos con tales cauciones o siguiendo tales formalidades; pues cuantas más condiciones se añaden tanto mayor es el riesgo de que sea inconveniente o el devolver o el retener el depósito. Así, pues, se debe concluir que la ley natural, en cuanto a los primeros principios universales, es la misma para todos los hombres, tanto en el contenido como en el grado de conocimiento. Mas en cuanto a ciertos preceptos particulares, que son como conclusiones derivadas de los principios universales, también es la misma bajo ambos aspectos en la mayor parte de los casos; pero pueden ocurrir algunas excepciones, ya sea en cuanto a la rectitud del contenido, a causa de algún impedimento especial (como también en algunos casos faltan las causas naturales debido a un impedimento); ya sea en cuanto al grado del conocimiento, debido a que algunos tienen la razón oscurecida por una pasión, por una mala costumbre o por una torcida disposición natural. Y así cuenta Julio César en VI De bello gallico que entre los germanos no se consideraba ilícito el robo a pesar de que es expresamente contrario a la ley natural.
A las objeciones:
1. Esas palabras no se han de entender como si todo lo que se contiene en la ley y en el Evangelio fuera de ley natural, pues enseñan muchas cosas superiores a la naturaleza; sino en el sentido de que la ley natural alcanza aquí su expresión más plena. Por eso Graciano, tras haber dicho que el derecho natural es lo que se contiene en la ley y en el Evangelio, añade inmediatamente a modo de ejemplo: donde se manda que cada uno se comporte con los demás como quiere que los demás se comporten con él.
2. La sentencia del Filósofo hay que referirla a lo que es justo por naturaleza no en el orden de los principios generales, sino en el de las conclusiones derivadas de ellos, las cuales son rectas en la mayoría de los casos, pero fallan algunas veces.
3. Puesto que en el hombre la razón domina y manda sobre las demás potencias, debe dirigir también las inclinaciones naturales propias de estas potencias. De aquí que todos aceptan generalmente como norma que todas las inclinaciones humanas deben ser regidas por la razón.
Artículo 5: ¿Puede cambiar la ley natural?lat
Objeciones por las que parece que la ley natural puede cambiar.
1. Sobre las palabras de Eclo 17,9: Le dio además la ciencia y la ley de vida, comenta la Glosa: Porque entregó la ley escrita para corrección de la ley natural. Pero lo que se corrige cambia. Luego la ley natural puede cambiar.
2. El homicidio del inocente, así como el adulterio y el robo, son contrarios a la ley natural. Pero todo esto fue cambiado por Dios en algunos casos, a saber: cuando mandó a Abrahán que diera muerte a su hijo inocente, como se lee en Gén 22,2; cuando mandó a los judíos que se apropiasen de los vasos pedidos en préstamo a los egipcios, como consta en Ex 12,35s; y cuando impuso a Oseas que tomara por esposa a una mujer prostituta, como se ve en Os 1,2. Luego la ley natural es susceptible de cambio.
3. San Isidoro afirma en V Etymolog. que la posesión de los bienes en común y la libertad igual para todos son de derecho natural. Pero vemos que esto ha sido cambiado por las leyes humanas. Luego parece que la ley natural es mudable.
Contra esto: está lo que se dice en el Decreto, dist.5: El derecho natural nace con la criatura racional; y no cambia con el tiempo, sino que permanece inmutable.
Respondo: El cambio de la ley natural puede concebirse de dos maneras. Primero, porque se le añade algo. Y en tal sentido nada impide que la ley natural cambie, pues de hecho son muchas las disposiciones útiles para la vida humana que se han añadido a la ley natural, tanto por la ley divina como, incluso, por las leyes humanas. En segundo lugar, cambiaría la ley natural por vía de sustracción, es decir, porque algo que antes era de ley natural deja de serlo. En este sentido, la ley natural es completamente inmutable en lo que se refiere a los primeros principios de la misma. Mas en lo tocante a los preceptos secundarios, que, según dijimos (a.4), son como conclusiones más determinadas derivadas inmediatamente de los primeros principios, también es inmutable en cuanto mantiene su validez en la mayoría de los casos, pero puede cambiar en algunos casos particulares y minoritarios por motivos especiales, que impiden la observancia de tales preceptos, según lo ya dicho (a.4).
A las objeciones:
1. Se dice que la ley escrita fue dada para corrección de la ley natural, bien porque viene a completar lo que faltaba a la ley natural, bien porque la ley natural se había corrompido parcialmente en el corazón de algunos, que llegaron a considerar como bueno lo que es malo por naturaleza, y tal corrupción necesitaba corrección.
2. En principio todos los hombres mueren de muerte natural, tanto los inocentes como los culpables. Y esta muerte es infligida por el poder divino a causa del pecado original, según la expresión de Re 2,6: El Señor da la muerte y la vida. Debido a lo cual, por mandato divino se puede dar la muerte a cualquier hombre, inocente o culpable, sin ninguna injusticia. A su vez, el adulterio es la unión carnal con una mujer que, si pertenece a otro, es en virtud de una ley establecida por Dios. Y, en consecuencia, el hombre no comete adulterio ni fornicación cualquiera que sea la mujer a que se una por mandato de Dios. La misma razón vale también para el robo, que consiste en apropiarse lo ajeno. Pues cualquier cosa que se tome como propia por mandato de Dios, que es dueño de todas las cosas, ya no se toma, como en el robo, contra la voluntad de su dueño. Y esto no sucede sólo en las cosas humanas, donde lo que Dios manda es, por eso mismo, obligatorio, sino también en el orden físico, donde todo lo que Dios hace es en cierto modo natural, según se expuso en la Parte I (q.105 a.6 ad 1).
3. Una cosa puede considerarse de derecho natural por dos motivos. Primero, porque a ella inclina la naturaleza. Tal es, por ejemplo, el principio de que no se debe hacer daño al prójimo. Segundo, porque la naturaleza no impone lo contrario. Como si dijéramos que es de ley natural que el hombre ande desnudo porque los vestidos no los dio la naturaleza, sino que los inventó el arte. Y en este sentido es como se dice que es de derecho natural la posesión de los bienes en común y la libertad igual para todos, puesto que el reparto de los bienes y la servidumbre no fueron establecidas por la naturaleza, sino que fueron introducidas por la razón humana, que las consideró útiles para la vida humana. En esto, por tanto, la ley natural no cambia sino por adición.
Artículo 6: ¿Puede la ley natural ser abolida en el corazón humano?lat
Objeciones por las que parece que la ley natural puede ser abolida en el corazón humano.
1. En su comentario a las palabras de Rom 2,14: Cuando los gentiles, que no tienen ley..., afirma la Glosa que en lo íntimo del hombre renovado por la gracia se vuelve a escribir la ley de justicia que había borrado la culpa. Pero la ley de justicia es la ley natural. Luego la ley natural puede ser borrada.
2. La ley de la gracia es más eficaz que la ley de la naturaleza. Mas la ley de la gracia es borrada por el pecado. Luego con mayor razón puede ser borrada la ley natural.
3. Lo que la ley establece es considerado como justo. Pero los hombres han establecido muchas cosas contrarias a la ley natural. Luego la ley natural puede ser borrada del corazón de los hombres.
Contra esto: está lo que San Agustín dice en II Confess.: Tu ley ha sido escrita en los corazones de los hombres, donde ninguna iniquidad la puede borrar. Pero la ley escrita en los corazones de los hombres es la ley natural. Luego la ley natural no puede ser suprimida.
Respondo: Como ya expusimos (a.4.5), a la ley natural pertenecen, en primer lugar, ciertos preceptos comunísimos que son conocidos de todos, y luego, ciertos preceptos secundarios y menos comunes que son como conclusiones muy próximas a aquellos principios. Pues bien, en cuanto a los principios más comunes, la ley natural no puede en modo alguno ser borrada de los corazones de los hombres si se la considera en universal. Puede ser abolida, sin embargo, en algún caso concreto cuando, por efecto de la concupiscencia o de otra pasión, la razón se encuentra impedida para aplicar el principio general a un asunto particular, según ya expusimos (q.77 a.2). Mas en lo que toca a los preceptos secundarios, la ley natural puede ser borrada del corazón de los hombres o por malas persuasiones, a la manera en que también ocurren errores en las conclusiones necesarias del orden especulativo, o por costumbres depravadas y hábitos corrompidos, como en el caso de aquellos que no consideraban pecado el robo (a.4) ni siquiera los vicios contra la naturaleza, como también dice el Apóstol en Rom 1,24s.
A las objeciones:
1. La culpa borra la ley natural en particular, no en universal; a no ser que se trate de los preceptos secundarios, según el modo indicado.
2. Aunque la gracia es más eficaz que la naturaleza, sin embargo, la naturaleza es más esencial al hombre y, por tanto, más estable.
3. El argumento vale para los preceptos secundarios de la ley natural, contra los cuales algunos legisladores dictaron disposiciones inicuas.

Aplicaciones

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Horrendum illud scelus de San Pío V.

"Ese horrible crimen, en cuenta del cual ciudades corruptas y obscenas fueron destruidas por el fuego a través de la condenación divina, nos causa el dolor más amargo e impacta nuestra mente, impulsándonos a reprimir ese crimen con el mayor celo posible.1. Muy oportunamente el III Concilio de Letrán decretó que cualquier miembro del clero que sea capturado en esa incontinencia contra natura, dado que la ira de Dios cae sobre los hijos de difidencia, sea removido del orden clerical o forzado a hacer penitencia en un monasterio (Cf. Decretales de Gregorio IX, Libro V, Título XXXI, Cap. IV).2. Para que el contagio de tan grave ofensa no pueda avanzar con mayor audacia aprovechándose de la impunidad, que es la mayor incitación al pecado, y con el fin de castigar más severamente a los clérigos culpables de este nefando crimen y que no están asustados por la muerte de sus almas, Nos determinamos que deben ser entregados a la severidad de la autoridad secular, que impone por la espada la ley civil.

3. Por lo tanto, el deseo de seguir con mayor rigor lo que hemos decretado desde el comienzo de nuestro pontificado (Cum Primum), establecemos que cualquier sacerdote o miembro del clero, tanto secular como regular, de cualquier grado o dignidad, que cometa un crimen tan execrable, por la fuerza de la presente ley sea privado de todo privilegio clerical, de todo puesto, dignidad y beneficio eclesiástico, y habiendo sido degradado por un juez eclesiástico, que sea entregado inmediatamente a la autoridad secular para que sea conducido al suplicio, según lo dispuesto por la ley como el castigo adecuado para los laicos que están hundidos en ese abismo.A nadie, pues, sea lícito infringir o contrariar temerariamente esta página contentiva de nuestra remoción, abolición, permiso, revocación, orden, precepto, estatuto, indulto, mandato, decreto, relajación, exhortación, prohibición, obligación y voluntad. Si alguno presumiere intentarlo, sepa que incurrirá en la indignación de Dios omnipotente y de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo.

Dado en Roma junto a San Pedro, en el año 1568 de la Encarnación del Señor, a 3 de las calendas de septiembre (30 de agosto), año III de Nuestro Pontificado.

Al terminar, compartimos una excelente comida del lugar regado con un buen vino. Como se debe.

Una jornada de fraternidad sacerdotal que terminaba entre risas y chascarrillos. Pronto nos volveremos a ver, con el mismo horario, en otra comunidad que nos acoja. ¡Laus Deo!

JORNADAS SACERDOTALES

Se inician en el Montseny 🏔️ unas jornadas de oración 🙏🏻 y formación 📖 para sacerdotes!

Quien ofrece estas jornadas es Mn. Joan Martínez Porcell, profesor de filosofía

El OBJETIVO principal es vernos, rezar juntos y estimular el amor por la verdad (y también pasar un buen rato y reírse que es muy bueno 🤪)

CUANDO?
Cinco sesiones hasta final de curso (cada mes y medio más o menos) En principio serán 5 jueves, aunque se puede proponer algún cambio

Primera sesión: JUEVES 9 DE OCTUBRE, en Sant Esteve de Palautordera

Segunda sesión: 11 de DICIEMBRE en Sant Esteve de Palautordera

Tercera sesión: 8 ENERO, en La Costa del Montseny (Hermanitas del Cordero)

En el priorato del Montseny (sede variable: Sant Esteve, Costa del Montseny, Mosqueroles y Campins)

HORARIO
10,00 Laudes
10,30 Adoración con puntos de reflexión
11,30 Descanso
12,00 Estudio
13,30 Comida y sobre mesa

ESPOILERS
Obediencia o sumisión tema del primer encuentro
Naturaleza e innatismo. Tema del segundo encuentro

LEMA

2 Timoteo 1, 6 "te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos"

ABIERTO A TODOS LOS SACERDOTES!
Esto es lo que estabas buscando y lo sabes 😏

Próximas Jornadas: 11 de Diciembre y 8 de Enero.

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