Jornadas sacerdotales 1 Límites de la obediencia

10 octubre 2025 - Opinión - Comentarios -

Empezaron las jornadas con la adoración del Santísimo. El silencio era brevemente interrumpido con la llegada de los últimos sacerdotes. Todos aproximadamente de la misma generación. Todos vestidos de sacerdote.

Acompañaba el día hermoso que lucía.

En los puntos de meditación, el predicador fue subrayando algunas de las frases del capítulo sexto de Pastores dabo vobis.

TE RECOMIENDO QUE REAVIVES EL CARISMA DE DIOS QUE ESTA EN TI

70. «Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti» (2 Tim 1, 6). Las palabras del Apóstol al obispo a Timoteo se pueden aplicar legítimamente a la formación permanente a la que están llamados todos los sacerdotes en razón del «don de Dios» que han recibido con la ordenación sagrada. Ellas nos ayudan a entender el contenido real y la originalidad inconfundible de la formación permanente de los presbíteros. También contribuye a ello otro texto de san Pablo en la otra carta a Timoteo: «No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros. Ocúpate en estas cosas; vive entregado a ellas para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Vela por ti mismo y por la enseñanza; persevera en estas disposiciones, pues obrando así, te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen» (1 Tim 4, 14-16). El Apóstol pide a Timoteo que «reavive», o sea, que vuelva a encender el don divino, como se hace con el fuego bajo las cenizas, en el sentido de acogerlo y vivirlo sin perder ni olvidar jamás aquella «novedad permanente» que es propia de todo don de Dios, —que hace nuevas todas las cosas (cf. Ap 21, 5)— y, consiguientemente, vivirlo en su inmarcesible frescor y belleza originaria. Pero este «reavivar» no es sólo el resultado de una tarea confiada a la responsabilidad personal de Timoteo ni es sólo el resultado de un esfuerzo de su memoria y de su voluntad. Es el efecto de un dinamismo de la gracia, intrínseco al don de Dios: es Dios mismo, pues, el que reaviva su propio don, más aún, el que distribuye toda la extraordinaria riqueza de gracia y de responsabilidad que en él se encierran. 

Con la efusión sacramental del Espíritu Santo que consagra y envía, el presbítero queda configurado con Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia, y es enviado a ejercer el ministerio pastoral. Y así, al sacerdote, marcado en su ser de una manera indeleble y para siempre como ministro de Jesús y de la Iglesia, e inserto en una condición de vida permanente e irreversible, se le confía un ministerio pastoral que, enraizado en su propio ser y abarcando toda su existencia, es también permanente. El sacramento del Orden confiere al sacerdote la gracia sacramental, que lo hace partícipe no sólo del «poder» y del «ministerio» salvífico de Jesús, sino también de su «amor»; al mismo tiempo, le asegura todas aquellas gracias actuales que le serán concedidas cada vez que le sean necesarias y útiles para el digno cumplimiento del ministerio recibido. De esta manera, la formación permanente encuentra su propio fundamento y su razón de ser original en el dinamismo del sacramento del Orden.

En este sentido, se puede hablar de una vocación «en» el sacerdocio. En realidad, Dios sigue llamando y enviando, revelando su designio salvífico en el desarrollo histórico de la vida del sacerdote y de las vicisitudes de la Iglesia y de la sociedad. Y precisamente en esta perspectiva emerge el significado de la formación permanente; ésta es necesaria para discernir y seguir esta continua llamada o voluntad de Dios. Así, el apóstol Pedro es llamado a seguir a Jesús incluso después de que el Resucitado le ha confiado su grey: «Le dice Jesús: 'Apacienta mis ovejas'. 'En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras'. Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: 'Sígueme'» (Jn 21, 17-19). Por tanto, hay un «sígueme» que acompaña toda la vida y misión del apóstol. Es un «sígueme» que atestigua la llamada y la exigencia de fidelidad hasta la muerte (cf. Jn 21, 22), un «sígueme» que puede significar una «seqa Christi» con el don total de sí en el martirio [214]. 

71. La formación permanente de los sacerdotes, tanto diocesanos como religiosos, es la continuación natural y absolutamente necesaria de aquel proceso de estructuración de la personalidad presbiteral iniciado y desarrollado en el Seminario o en la Casa religiosa, mediante el proceso formativo para la Ordenación. Es de mucha importancia darse cuenta y respetar la intrínseca relación que hay entre la formación que precede a la Ordenación y la que le sigue. En efecto, si hubiese una discontinuidad o incluso una deformación entre estas dos fases formativas, se seguirían inmediatamente consecuencias graves para la actividad pastoral y para la comunión fraterna entre los presbíteros, particularmente entre los de diferente edad. La formación permanente no es una repetición de la recibida en el Seminario y que ahora es sometida a revisión o ampliada con nuevas sugerencias prácticas, sino que se desarrolla con contenidos y sobre todo a través de métodos relativamente nuevos, como un hecho vital unitario que, en su progreso —teniendo sus raíces en la formación del Seminario— requiere adaptaciones, actualizaciones y modificaciones, pero sin rupturas ni solución de continuidad.  

También la dimensión intelectual de la formación requiere que sea continuada y profundizada durante toda la vida del sacerdote, concretamente mediante el estudio y la actualización cultural seria y comprometida.

77. La formación permanente constituye también un deber para los presbíteros de media edad. En realidad, son muchos los riesgos que pueden correr, precisamente en razón de la edad, como por ejemplo un activismo exagerado y una cierta rutina en el ejercicio del ministerio. Así, el sacerdote puede verse tentado de presumir de sí mismo como si la propia experiencia personal, ya demostrada, no tuviese que ser contrastada con nada ni con nadie. Frecuentemente el sacerdote sufre una especie de cansancio interior peligroso, fruto de dificultades y fracasos. La respuesta a esta situación la ofrece la formación permanente, una continua y equilibrada revisión de sí mismo y de la propia actividad, una búsqueda constante de motivaciones y medios para la propia misión;
de esta manera, el sacerdote mantendrá el espíritu vigilante y dispuesto a las constantes y siempre nuevas peticiones de salvación que recibe como «hombre de Dios».

79. En cierto modo, es precisamente cada sacerdote el primer responsable en la Iglesia de la formación permanente, pues sobre cada uno recae el deber —derivado del sacramento del Orden — de ser fiel al don de Dios y al dinamismo de conversión diaria que nace del mismo don. Los reglamentos o normas de la autoridad eclesiástica al respecto, como también el mismo ejemplo de
los demás sacerdotes, no bastan para hacer apetecible la formación permanente si el individuo no está personalmente convencido de su necesidad y decidido a valorar sus ocasiones, tiempos y formas. La formación permanente mantiene la juventud del espíritu, que nadie puede imponer desde fuera, sino que cada uno debe encontrar continuamente en su interior. Sólo el que conserva siempre vivo el deseo de aprender y crecer posee esta «juventud».

Son también importantes los encuentros de estudio y de reflexión común, que impiden el empobrecimiento cultural y el aferrarse a posiciones cómodas incluso en el campo pastoral, fruto de pereza mental; aseguran una síntesis más madura entre los diversos elementos de la vida espiritual, cultural y apostólica; abren la mente y el corazón a los nuevos retos de la historia y a las nuevas llamadas que el Espíritu dirige a la Iglesia.


Durante una hora, el conferenciante fue presentando la importancia de la relación entre la obediencia y la fe. A la luz de muchos de los acontecimientos vividos en estos últimos años es de vital importancia precisar los límites de la autoridad y los límites de la obediencia. Para esto se sirvió de las palabras del Aquinate en la Suma Teológica II-II q.104 a.4 y 5

2. La obediencia no es virtud teologal. Porque su objeto directo no es Dios, sino el mandato de cualquier superior, expreso o interpretativo, una simple palabra del prelado que da a conocer su voluntad, y que el súbdito obediente cumple sin demora, según aquello de la carta a Tito3,1: Amonéstales a que se sometan a los príncipes y potestades, y que obedezcan a sus órdenes, etc. Pero sí es virtud moral, por ser parte de la justicia, y es medio entre el exceso y el defecto.
El exceso en ella no depende de la cantidad, sino de otras circunstancias; por ejemplo, de que uno obedezca a quien no debe o en lo que no debe,

POR OTRA PARTE, está el que la obediencia en tanto es laudable en cuanto que procede de la caridad; ya que dice San Gregorio, últ. Moral., que no se debe obedecer por temor servil, sino caridad; no por temor al castigo, sino por amor a la Justicia. Luego la caridad es una virtud superior a la obediencia.

RESPUESTA. De la misma manera que el pecado consiste, por parte del hombre, en el desprecio de Dios y adhesión a los bienes pasajeros, el mérito del acto virtuoso consiste, por el contrario, en la unión con Dios y en el desprecio de los bienes creados. Ahora bien: el fin es superior a los medios que a él conducen. 
Por tanto, aunque los bienes creados se desprecian para unirse más a Dios, es mayor el valor de la virtud por unirnos a Dios que por el desprecio de los bienes terrenos. Y, por lo mismo, las virtudes teologales, con las que nos unimos directamente al mismo Dios, son más importantes que esas virtudes morales por las que despreciamos algo terreno para unirnos con Dios. Y, entre tales virtudes morales aquélla es más importante: desprecia un bien mayor para unirse a Dios. Y hay tres clases de bienes que el hombre puede despreciar por Dios: los ínfimos son los bienes exteriores; los medianos, los corporales, y los bienes supremos, los del alma; entre ellos, la voluntad es en cierto modo el principal, en cuanto que por ella el hombre se sirve de todos los demás. Según esto, hablando con propiedad, la virtud de la obediencia, que renuncia por Dios a la propia voluntad, es más importante que las otras virtudes morales, que renuncian por Dios a algunos otros bienes. Por esto dice San Gregorio, en últ. Moral., que con razón se antepone la obediencia a las víctimas: porque por éstas se sacrifica la carne ajena, mientras que por la obediencia se inmola la propia voluntad.

RESPUESTA. Conforme a lo ya expuesto(a.1.4), el obediente se mueve a cumplirlas órdenes de quien le manda por cierta necesidad de justicia, como las cosas naturales son movidas con necesidad natural por la fuerte acción sobre ellas de su motor. Y el que una cosa natural no se mueva por la fuerza de su motor puede acontecer por dos razones: Una, por un impedimento proveniente de la fuerza mayor de otro motor, y así un leño no es quemado por el fuego si la fuerza superior del agua se lo impide. Otra, por cierta falta de subordinación del móvil al motor, porque, aunque aquél depende de la acción de éste en parte, su dependencia no es total. De esta forma, el agua depende de la acción del fuego en cuanto al calentarse, mas no en cuanto a secarse o consumirse. Del mismo modo hay dos razones por lasque puede acontecer que el súbdito no esté obligado a obedecer en todo a su superior. Primero, por un precepto de una autoridad mayor. Así, comentando aquel texto de Rom 13,2: Quienes resisten a la autoridad atraen sobre sí la condenación, dice la Glosa: Si algo te manda el procurador, ¿deberás cumplirlo si va en contra del procónsul? Más aún: si procónsul manda una cosa y el emperador otra, ¿puede haber alguna duda en no hacer caso de aquél y servir a éste? Luego si el emperador manda una cosa y Dios otra, se debe obedecer a éste y no hacer caso de aquél.

Segundo, el inferior no está obligado a obedecer al superior si le manda algo en lo que el súbdito no depende de él. Y, en efecto, dice Séneca en el III De Benef.: Se equivoca el que cree que la servidumbre afecta al hombre entero. Su parte más noble está exenta. Los cuerpos están sometidos y entregados como esclavos a sus dueños; pero el alma es dueña de sí misma. Por consiguiente, en lo que se refiere a los actos interiores de la voluntad, el hombre no está obligado a obedecer a los hombres, sino sólo a Dios.


2. El hombre está sometido sin restricción alguna a Dios en todo, en lo interior y en lo exterior; y, por consiguiente, debe obedecerle en todo. Los súbditos, en cambio, con respecto a sus superiores, no lo están en todo, sino en determinadas materias, y en éstas los superiores son intermedios entre Dios y sus súbditos. En las otras cosas, sin embargo, están sometidos inmediatamente a Dios, que los instruye por la ley natural o por la escrita.


Sí, pues, cabe distinguir tres clases de obediencia: una, la obediencia suficiente para la salvación eterna, que obedece en lo que está mandado; otra, la obediencia perfecta, que obedece en todo lo que es lícito; otra, la obediencia indiscreta, la que obedece incluso en las cosas ilícitas.

Al terminar, compartimos una excelente comida del lugar regado con un buen vino. Como se debe. Una jornada de fraternidad sacerdotal que terminaba entre risas y chascarrillos. Pronto nos volveremos a ver, con el mismo horario, en otra comunidad que nos acoja. ¡Laus Deo!

JORNADAS SACERDOTALES

Se inician en el Montseny 🏔️ unas jornadas de oración 🙏🏻 y formación 📖 para sacerdotes!

Quien ofrece estas jornadas es Mn. Joan Martínez Porcell, profesor de filosofía

El OBJETIVO principal es vernos, rezar juntos y estimular el amor por la verdad (y también pasar un buen rato y reírse que es muy bueno 🤪)

CUANDO?
Cinco sesiones hasta final de curso (cada mes y medio más o menos) En principio serán 5 jueves, aunque se puede proponer algún cambio

Primera sesión: JUEVES 9 DE OCTUBRE, en Sant Esteve de Palautordera

DÓNDE?
En el parque espiritual del Montseny (sede variable: Sant Esteve, Mosqueroles y Campins)

HORARIO?
10,00 Laudes
10,30 Adoración con puntos de reflexión
11,30 Descanso
12,00 Estudio
13,30 Comida y sobre mesa

ESPOILERS
Obediencia o sumisión? tema del primer encuentro

LEMA
2 Timoteo 1, 6 "te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos"

ABIERTO A TODOS LOS SACERDOTES!
Esto es lo que estabas buscando y lo sabes 😏

Próximas Jornadas: 11 de Diciembre y 8 de Enero.

Joan Martinez Porcell - dsc_0267-ts20251010115111701172.jpg
DSC_0267
Compartir 

Para que nos podamos poner en contacto.
Estaremos encantados de leer lo que nos quieras comentar.
Para comprobar que no eres un robot.
Haz clic en el enlace para leer nuestro aviso legal.
* Datos obligatorios

Deja tu comentario
Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

4 + 5 =
Últimas entradas
Categorías
Ver anterior Ver siguiente