Lo innato y lo natural

30 septiembre 2025 - Opinión - Comentarios -

Lo natural no es innato

Joan Martínez Porcell

Innata es cualquier conducta o comportamiento que nos es propia desde el nacimiento. Está producida por la estructura de nuestro organismo según la información genética almacenada en nuestro ADN. Una ceguera de nacimiento puede ser el resultado de una malformación del ojo pero no es natural que ocurra. Nuestras propensiones emocionales se producen según el temperamento innato de cada cual. Hay características debidas al clima, a la raza o a la herencia de nuestros progenitores que afectan a nuestra existencia de un modo innato pero no constituyen una "condición" natural, como afirmó el Papa Francisco.

Que una inclinación sea innata no significa que, por ello, sea natural. Por ejemplo, hablar no algo innato, sino aprendido. Además de la capacidad fisiológica de emitir sonidos guturales, la estructuración de palabra debe aprenderse. La mayoría de nuestros comportamientos sociales son aprendidos. En el experimento con Robinson Crusoe ya quedó demostrado que los comportamientos libres de las personas no utilizan únicamente la información genética que nos es innata, sino que son el fruto del aprendizaje cultural.

Si lo innato fuese automáticamente natural, deberíamos aceptar las agresiones injustas, o el robo de la propiedad ajena como un comportamiento natural, y no es así. Puede ocurrir que una persona caiga en la anorexia por tendencia innata, pero no es natural que ocurra. Durante siglos la sociedad mayoritaria consideró que los esclavos lo eran por nacimiento, hasta que la conciencia humana avanzó y afirmó que la libertad era la condición natural de todo ser humano, y no el hecho de pertenecer a un pueblo conquistado. Y viceversa, hoy, nuestra sociedad acepta como comportamiento natural el aborto, es decir que se mate a una persona (pequeñita) sin que tenga culpa alguna. Pero, aunque sea legalmente válido este acto sigue siendo un homicidio. No es natural que se atente contra el derecho a la vida de una persona inocente.

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Ahora bien, si lo innato no garantiza lo natural, ¿Cómo sabemos qué conducta es natural y cuál no? Santo Tomás responde a esta cuestión de un modo magistral, afirmando que un comportamiento es natural si conduce a la perfección del la esencia del individuo.

La vida es un derecho natural porque sin ella nadie llega a su perfección. La libertad es un derecho natural es necesaria para decidir la perfección de tu ser. No se te puede imponer el matrimonio, porque la elección sobre quien va a compartir tu vida y tus hijos te pertenecen por naturaleza. Sin elegir tu familia no llegarías a la perfección de tu ser. Y así, uno a uno, todos los derechos humanos son naturales a la persona aunque no sean todos innatos, como la cultura, el trabajo o el hogar.

Una cosa son los derechos humanos y otra la conciencia que tenemos de ellos. El derecho de pernada en la edad media fue siempre contra la dignidad de la persona por muy legal que entonces se percibiera tal agresión. Lo mismo ocurre con la ablación del clítoris, la venta de órganos, o la tortura. Para conseguir una conciencia que acierte en su juicio moral, es necesaria la virtud y el estudio. Recientemente, después de dos guerras mundiales, la conciencia moral experimentó tal progreso, que fue capaz de redactar la declaración universal de los derechos humanos. En cambio, hoy parece como si la conciencia moral estuviera anestesiada. 

Las parálisis en el progreso de la conciencia provienen del pecado original, que fue la primera transgresión del orden divino. Desde entonces, nuestra naturaleza racional -que es esencialmente buena- quedó "tocada" por la concupiscencia y las pasiones. Si un niño, por inocente que sea, no se le preserva de malas influencias, o crece en un ámbito violento o injusto tendrá dificultad en juzgar bien sus propias acciones. A una sociedad que se tambalea sobre el el frenesí de la corrupción del dinero, de los placeres, o de las ganancias, se le nubla su capacidad de juicio. Podemos pasar rápidamente del progreso a la selva, si nuestra libertad no persevera en la afirmación del bien sobre el mal. 

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La persona que se abandona al capricho de sus pasiones desordenadas o la sociedad que no premia el bien sobre el mal, termina deshaciéndose. El orden y la paz son fruto de la libertad que ama el bien. Por la pérdida de este instinto moral muchas civilizaciones perecieron. Roma no fue vencida por las tribus bárbaras, sino que decidió cómodamente vivir en el desorden hasta vender su dignidad a cambio de satisfacer sus egoísmos. 

"Serva ordo et ordo servavit te " (Conserva el orden y el orden te conservará)

San Agustín afirma que la naturaleza humana únicamente existió en tres estados: el estado de amistad con Dios; el estado de enemistad con Dios; y el estado de redención por la gracia. Al margen de la naturaleza en gracia, en pecado o redimida, no existe una naturaleza "pura"

En Adán -antes de su caída- nuestra naturaleza estaba elevada a la amistad con Dios. Adán hablaba frecuentemente con Dios. Luego, -cuando pecó- se escondía de Él. La naturaleza en estado de pecado se aleja del Creador. En Cristo -el segundo Adán- nuestra naturaleza es redimida con tal acopio de gracia que la liturgia llega a expresar en la tarde del Viernes Santo: ¡Feliz la culpa que nos mereció tal redentor!. Si vivimos en Dios nos mantenemos en orden; si pecamos nos alejamos de Quien nos sostiene; si volvemos a Él, Dios siempre nos vuelve a acoger. Naturaleza está elevada, caída o restaurada. 

El naturalismo, es decir, una naturaleza humana sin Dios es el sueño estúpido de la modernidad. Una razón alejada de Dios suele ser miope. Sus pasiones le arrojan a la confusión y al desprecio de los demás. Muchos de los que repiten con cinismo que ha habido muchas muertes en nombre de Dios, deberían recordar a los millones de vidas humanas pisadas por el totalitarismo comunista o en los campos de exterminio nazis o soviéticos. Sus ejecutores nunca invocaron el nombre de Dios. El ateísmo trajo sus consecuencias. Stalin, Lenin o Hitler nunca invocaron a Dios para matar.

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Cuando el naturalismo entra en la confesión de la fe y en las estructuras eclesiásticas hace estragos. El "guiño" a la modernidad que significó la bendición del Papa Francisco a James Martin, el jesuita apóstol del LGTBY significó un escándalo monumental para la conciencia de los buenos sacerdotes, que todavía sangra. No es para menos. Hace unos meses profeticé que la conciencia del sacerdote caería a un lado u otro del documento Fiducia suplicans. Lo que no se maldice, se bendice. Y, si únicamente hay que bendecir el bien, mientras tal documento no se rectifique, al sacerdote ordenado en la época de San Juan Pablo II, únicamente le queda  la resistencia moral a un decreto escandaloso. Esta resistencia es más dolorosa e ineficaz porque el sacerdote fiel se encuentra desprotegido por sus pastores que prefieren evitarse disgustos. 


Esta es la situación de Mn. Custodio indefenso ante una fiscal que le acusa de islamofobia. La archidiócesis se desentiende del caso. Esta es también la ambigüedad con la que el obispado de Vic se desentiende de las denuncias vertidas sobre el padre Gustavo Lombardo, sacerdote del I.V.E por denunciar  la maldad que existe en la ideología de género, el lobby LGTB o el aborto.

Los curas cayendo a un lado u otro de la cuchilla Fiducia suplicans que puede cortar tu alma como si rodara tu cabeza. El resultado es el ostracismo o el aumento de la distancia crítica y la disidencia  ministerial frente a los superiores tibios o temerosos del mundo. 


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Seguirá ocurriendo. Es la consecuencia de la mediocridad de las posiciones vaticanas frente a las ideologías perversas del mundo. La confianza sigue quebrada. Los buenos sacerdotes sabrán organizarse no en contra, pero posiblemente sí al margen de sus superiores canónicos hasta que la brecha entre "clero alto" y "clero bajo" sea más escandalosa que el cisma que lo soporta. Un cisma es siempre una consecuencia del maltrato a la verdad. Un escándalo objetivo siempre deja víctimas inocentes. Una abstención neutral siempre es cómplice de la injusticia y una conciencia libre únicamente sustentada en el amor a Dios es lo que más teme el mundo, porque su libertad escapa de las reglas al uso y quien no teme perder la vida resulta el más peligroso de los hombres.

Cuando el martirio es una posibilidad real los equilibrios suenan a burla. Tomen nota.

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